INVIERNO II

           Las Candelas

    San Blas

           Carnavales

 

  LAS CANDELAS.

Esta fiesta, que en la actualidad constituye una de las celebraciones más importantes del año, se estudia con más detalle en capítulo aparte ( en La fiesta de Las Candelas)

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Resumen:                                           

En los días anteriores al 2 de febrero, las mozas (o sus familias) preparan la rosca de piñonate que van a ofrecer a la Virgen del Rosario el día de las Candelas, en el transcurso de la misa mayor. Antes del ofertorio, se saca a la imagen en procesión, con una vela encendida en la mano, alrededor de la iglesia. Según la tradición si la candela  se apaga, augura una mala climatología y por tanto un peor año agrícola, y muy bueno, si el cirio permanecía encendido.

A continuación se desarrolla el acto de ofrecimiento en el que las Purificás, desde la puerta principal de la iglesia, recorren el templo hasta la cabecera, entonando una serie de estrofas alusivas a la fiesta y al acto, en las que, utilizando siempre la misma melodía, se alterna el canto a una sola voz y a coro , acompañándose de golpes rítmicos de pandereta. El acto se cierra con la celebración de la Misa y termina por la tarde con el sorteo de la rosca o roscas que se han ofrecido.

A la Candelaria se refieren los refranes siguientes que tienen que ver con las lluvias:

Si la Candelaria non plora, el invierno está fora.                                                                                 Si por la candelaria choba, va el invierno fora y si ni llueve ni choba, ni dentro ni fora.

 

  SAN BLAS.

 El día de San Blas también era festivo, aunque ya se ha perdido.  Perduró hasta bien entrada la década de los cincuenta del siglo XX. Sólo queda en el recuerdo de aquella festividad los caramelos que con azúcar y miel nos hacían nuestras madres y el boteo que  tenía lugar en “las Erillas”. Éste consistía en hacer un gran corro y tirar o botear cántaros, cantarillas y botijos hasta que el cacharro se rompía. Como la abundancia de objetos cerámicos era grande, la tarde nos la pasábamos jugando.   

Seguramente hasta el  mediados del s. XIX  esta fiesta se celebraba en los alrededores de la ermita de S. Blas, en un cercado al que se accedía por la actual calle del Santo.

 

  LOS CARNAVALES.

Las fiestas de invierno finalizan con los Carnavales y a partir de esos días  comienza el ciclo de primavera. Se celebran inmediatamente antes de la Cuaresma y se caracterizaban por la evasión y el esparcimiento, con días de goce, permisividad, alegría y buen comer y beber, muy al contrario que la Cuaresma, que es tiempo de recogimiento y austeridad.

Monroy no es un pueblo muy dado al ambiente carnavalero, pero no faltaban pandillas que festejaban los carnavales con gran intensidad, donde las máscaras, los cantes y bailes y la sensualidad eran los ingredientes principales.

Estas fiestas de Carnestolendas estuvieron más o menos vivas hasta que se prohibieron en la posguerra. Con la llegada de la democracia intentaron resurgir pero con muy poco éxito, y en estos momentos, salvo algún grupo de chiquillos, apenas nadie las celebra.

Los Carnavales se iniciaban el Domingo Gordo y terminaban el Miércoles de Ceniza con el entierro de la sardina, aunque luego se prolongaban hasta el Domingo de Piñata.

Durante estas jornadas, los jóvenes de ambos sexos se disfrazaban con diferentes trajes, lo más común es que los hombres se vistieran de mujeres y las mujeres, de hombres. En pandillas deambulaban por las calles del pueblo entonando estrofas, unas veces soeces y otras con un contenido crítico y satírico hacia las autoridades civiles y religiosas, además de las típicas canciones de rondas, a la vez que gastaban toda clase de bromas al vecindario.

El martes, día gordo, los mozos que entraban en “quinta” recorrían el lugar pidiendo por las casas chorizos, huevos y viandas , con las que preparaban un suculento banquete regado con vino de la tierra. El mismo martes por la tarde se “corrían los gallos”,fiesta que consistía en colocar en la Plaza o en el Camino de los Estados unos gallos atados a un cordel cabeza abajo y unos cuantos jóvenes montados a caballo, a toda carrera tenían que arrancar de cuajo la cabeza del ave y quedarse con ella en la mano.(1) Esta parte de la fiesta desapareció en nuestro pueblo hace mucho tiempo.

El miércoles de carnaval, por la mañana, se  hacía la “malavaquilla”: un muchacho disfrazado de toro recorría la plazas y calles de la localidad y perseguía, sobre todo, a los chiquillos, con gran regocijo y diversión del vecindario (2)  . Por la noche tenía lugar la procesión del “entierro de la sardina” con un importante acompañamiento de dolientes y plañideras presidido por uno que hacía las veces de sacerdote, que con un “sanjumerio” a modo de incensario, atufaba todas las viviendas del pueblo que encontraba con el portal abierto.

Eran jornadas donde se frecuentaban los bares y sobre todos los bailes, tanto por la mañana antes de comer, como por la tarde, hasta el toque de ánimas, momento en el que  las mujeres se recogían en sus casas, al tiempo que los varones continuaban  la fiesta con coplillas o “estudiantinas”como éstas:

 Un lunes de carnaval                          de gitana me vestí,                                y entré en un salón de baile                   donde yo a mi novio ví.

Y le dije: gitanillo                                ven acá mi corazón,                            léeme la buenaventura                           y el sino que tengo yo.

Estás queriendo a dos mozas                ahora te las diré yo,                             la una es alta y morena                         la otra rubia como yo.

Cásate con la morena                            serás afortunado,                                 yo me caso con la rubia                        aunque sea un desgraciado.

En siglos pasados el Ayuntamiento tuvo que regular estas fiestas  para que los mozos y mozas no sobrepasasen los límites permitidos por las fuerzas conservadoras de la localidad.